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De los palacios a los altares

Varios reyes y reinas ostentan el título de santos. Los católicos les rezan solicitando su intercesión para alcanzar un milagro de salud o para salir airosos de situaciones críticas

En las primeras décadas de la historia, muchos que no eran cristianos se acogieron a esa fe después de ser bautizados, lo que les abrió las puertas del cielo (Pixabay)

15 minutos. Si nos paseamos por el santoral católico, encontramos varios reyes de palacios que han sido elevados a los altares. Sus virtudes se centraban en la defensa de la fe y en apoyar a la Iglesia. Algunos de estos monarcas concedieron poderes políticos y riquezas a los jerarcas eclesiásticos.

En las primeras décadas de la historia, muchos que no eran cristianos se acogieron a esa fe después de ser bautizados, lo que les abrió las puertas del cielo.

Uno de esos reyes revestido de santidad es Esteban I de Hungría; la aureola se la ganó al cristianizar el país. Su historia está llena de batallas, saliendo victorioso de muchas de ellas. Tenía una inmensa devoción y ordenó construir un templo en cada pueblo. Se casó con Gisela de Baviera y tuvo tres hijos, pero el heredero murió en una cacería y no lo sucedió. La historia señala que su fervor y equidad le valieron la santificación.

La reina húngara

Las mujeres con corona también conquistaron reconocimientos de la Iglesia. Así nos encontramos que también en Hungría otra reina de palacios llegó a los altares y todavía mueve la fe religiosa, Santa Isabel de Hungría, hija de Andrés II el Hierosolimitano.

Como era común en aquellos tiempos, contrajo matrimonio muy joven, a los 15 años. Igualmente, enviudó temprano y como todo camino a la santidad, la vida, según narra la historia, le deparó momentos de grandes dificultades, y fue muy corta.

La dedicó por entero a la caridad y murió a los 24 años. Esta reina santa, según narra la leyenda, sintió la omnipotencia de Dios un día que salía de su casa escondiendo alimentos en su falda. Su esposo, Luis VI de Turingia, le preguntó que llevaba allí y ella dijo rosas. Le ordenó que se las mostrara y al soltar la tela rodaron por el suelo decenas de las citadas flores. Fue beatificada el 27 de mayo de 1235 por el papa Gregorio IX.

El pacifista

En 1003 nació Eduardo, el séptimo hijo del rey, Etelredo II el Indeciso, y Emma de Normandía. Según la Iglesia Católica, reunía 3 condiciones para ser santo: era piadoso, generoso y amaba la paz. Esta última, quizás, podría ser la más relevante, pues se trataba de tiempos marcados por guerras por el poder.

Si analizamos su reinando, sus medidas podrían considerarse hoy populistas: eliminó algunos impuestos y los que obtenía se destinaban a los más pobres. Fue el creador de la Cámara de los Lores y de los Comunes.

La castidad marcó su vida y su matrimonio con Edith, hija del Conde Godwino, quien se oponía al reinado de Eduardo. La unión debió estar marcada por el interés de Eduardo de preservar el trono. De esta manera, consiguió que su suegro lo viera con otros ojos, pues Edith se convirtió en reina consorte, pero ella tuvo que resignarse a vivir en absoluta castidad.

¿Fue esta una muestra de sacrificio, al no dejarse Eduardo vencer por el deseo sexual o un repudio disfrazado hacia su mujer? El matrimonio no tuvo hijos.

Una de las obras importantes de Eduardo fue la construcción del Monasterio de Westminster. Murió el 5 de enero de 1066. En 1161, el Papa Alejandro III lo ordenó santo de la Iglesia. Sus restos se encuentran en la Abadía de Westmisnter desde 1963. Es el patrono de la familia real británica.

Luis el devoto

Uno de los destacados retratos que existen de este otro rey santo lo realizó El Greco, quien tardó 3 años en terminarlo. Un trabajo donde resalta lo guerrero y no lo espiritual. Pero ¿quién era este santo, rey de Francia? Se llamó Luis IX, por lo que le decían el Nono. Hijo de Luis VIII de Francia y Blanca de Castilla, quienes concibieron 12 hijos en total. Cuando murió su padre, rey guerrero y ambicioso, lo sucedió Luis IX.

Su espíritu devoto lo desarrolló gracias a su madre, una practicante de la fe cristiana como lo fue toda la corte española. Pero su fe y su ascetismo no le impidieron ser un hombre de armas. Uno de sus enemigos era Enrique III de Inglaterra. A diferencia de los príncipes herederos de nuestros días, cuyos padres cuidan sus años de juventud para que los disfruten, Luis se convirtió en rey a los 12 años. Contrajo matrimonio a los 20 con Margarita de Provenza, de 13. De la unión nacieron 11 hijos, pero solo 5 alcanzaron la adultez.

Luis IX se caracterizó por su apoyo al pontificado y por desterrar la herejía de sus territorios. Por otra parte, al hablar de las Cruzadas hay que mencionar a este monarca. Luis IX murió durante la Octava Cruzada, víctima de la peste. Sus actos piadosos sobrepasaron la oración, pues en su biografía se habla de flagelación y frugalidad, lo que contribuyó a que en 1297 estuviera en los altares por iniciativa del papa Bonifacio VIII.

Política y santa

La reina Isabel de Portugal también forma parte del santoral católico digno de altares, siendo su celebración el 4 de julio. Su padre era Pedro II El Grande.

De los palacios a los altares
Isabel de Portugal murió el 4 de julio de 1336 (Cortesía Twitter @GestasdeEspaNa)

Isabel recibió una buena formación para la época, que subrayaban las buenas costumbres que la acercaban a Dios.

A los 12 años, se casó con Dionisio, rey de Portugal. Allí comenzó su camino hacia la santidad, porque este monarca era un machista, como lo eran todos en la Edad Media. Su violencia se completaba con la infidelidad. Dos hijos aseguraron la continuidad en el trono, Alfonso, quien sucedió a su padre, y Constanza, quien tuvo su puesto de reina en Castilla.

El carácter mujeriego de Dionisio tuvo como consecuencia el nacimiento de 6 hijos fuera del matrimonio, los bastardos, como se calificaban entonces, rivales de los legítimos que no veían con bueno ojos que su madre, la reina, los tratara con tolerancia. Cuando enviudó, ingresó a un convento y se dedicó a la oración y a las obras de caridad.

Tuvo que intervenir en el enfrentamiento de su hijo Alfonso y su nieto Alfonso XI de Castilla. Murió el 4 de julio de 1336. La escritora, María del Pilar Quelart del Hierro, considera que Isabel fue una mujer clave en la política de su tiempo. Cuando abrieron su tumba en el monasterio de las clarisas de Coimbra, su cuerpo permanecía incorrupto. Fue beatificada en 1526 y canonizada por el papa Urbano VIII en 1625.

Al culminar la Edad Media, la santidad típica de los altares se va alejando de los palacios. Las monarquías se hacen más independientes de la Iglesia y aumentan los enfrentamientos entre ambas instituciones. El absolutismo se impuso.

Solamente ídolos

En el siglo XX, las monarquías perdieron sus poderes y presencia en altares: se convirtieron en instituciones de carácter representativo. Ya no hay reyes santos. Sin embargo, el rey Balduino de Bélgica, gracias a su religiosidad, asistía diariamente a misa y comulgaba. Cuando murió el 31 de julio de 1993, en las exequias, el cardenal oficiante, Godfrid Daneels, llegó a sugerir la beatificación del monarca. A la semana de su entierro una multitud acudió a su tumba a rezar.

Durante la visita de Juan Pablo II a Bélgica, en 1995, al agradecer las atenciones de Alberto y Paola, los reyes en ese momento, dijo: "Pienso en el rey Balduino. Su recuerdo se halla grabado en la memoria de sus compatriotas y de todos nosotros. Fue un gran promotor de los derechos de la conciencia humana, dispuesto a defender los mandamientos divinos, y especialmente el quinto: ¡No matarás!, en particular por lo que se refiere a la protección de la vida de los niños aún por nacer".

Mártires

En agosto de 2000, la Iglesia Ortodoxa rusa por unanimidad canonizó a los miembros de la familia imperial. Para ello, no consideraron los actos de su vida, que pondrían en duda sus valores religiosos, sino la atroz muerte que asumieron con espíritu cristiano.

Nicolás II, la zarina Alejandra y sus 5 hijos fueron ejecutados por los bolcheviques el 17 de julio de 1918.

Para no levantar protestas, la canonización incluyó más de 800 personas consideradas mártires del régimen comunista.

Otra figura de la realeza que también inspira devoción es la princesa Diana. Sus fanáticos seguidores la admiran por reclamar justicia, estar en contra de la guerra y consolar a los enfermos.

La monarquía, símbolo de los Estados, hoy es más terrenal, y el concepto de omnipotencia ya no le pertenece.

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