15 minutos. Alemania recordó este martes la construcción del muro de Berlín, un gigantesco operativo logístico que se inició a la una de la madrugada del 13 de agosto de 1961 y al que siguieron 10.680 días de división traumática.
” El destino de los berlineses quedó marcado por ese trauma durante décadas”, afirmo el alcalde de la capital alemana, Michael Müller.
El acto en memoria tuvo lugar en Bernauerstrasse, una de las calles que quedó partida como símbolo del desgarro humano, urbano y político que se desencadenó.
Ahí queda aún en pie uno de los fragmentos del muro.
La llamada Capilla de la Reconciliación y el monumento en recuerdo a sus al menos 135 víctimas documentadas.
Todos ciudadanos muertos al tratar de huir al oeste en los 28 años que estuvo en pie la “Franja de la Muerte”.
La descomunal operación de la histórica división dejó encorsetado el sector oeste entre 155 kilómetros de alambradas.
Más tarde levantarían un un muro de hormigón.
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“Nadie tiene la intención de construir un muro”, había dicho el 15 de junio el jefe del Estado y del Partido, Walter Ulbricht, en una concurrida conferencia de prensa.
Ya entonces que la República Democrática Alemana (RDA) temía despoblarse.
Y que el principal coladero para quien quería huir al mundo libre era la frágil división entre los sectores este y oeste de Berlín.
A través de Berlín cruzaban familias enteras al oeste, sin síntoma alguno de que la tendencia fuera a invertirse.
Walter Ullrich y la alambrada
Mientras Ullrich pronunciaba ese desmentido, en las afueras de Berlín estaban almacenados ya miles de kilómetros de alambradas y toneladas de bloques de hormigón.
Según los documentos recientemente desclasificados no había pasado desapercibido a los servicios secretos de las potencias occidentales.
A la una de la madrugada se cerraron las estaciones y terminaron de facto las comunicaciones entre ambos sectores.
Lo que empezó esa madrugada con el tendido de alambradas a través de la ciudad se reforzó paulatinamente con bloques de hormigón y torretas de vigilancia.
Los berlineses despertaron ese día, un domingo, horrorizados y probablemente conscientes de su indefensión.
Así siguieron 28 años con Berlín estigmatizada como ciudad mártir de la Guerra Fría, plasmada en la cruda realidad de la llamada “Franja de la Muerte”.
La RDA reforzó en los meses posteriores las alambradas con la construcción del muro de hormigón hasta convertirlo en infranqueable, bautizado con el eufemismo de “Muro de Protección Antifascista”.
Siguieron 10.680 días de división forzada, hasta que el 9 de noviembre de 1989 el portavoz del Politburó, Günter Schabowski leyó un comunicado según el cual la RDA permitía a sus ciudadanos viajar al oeste.
El muro había caído.