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Jorge Andrés Castillo: la osadía de fotografiar el otro lado del Muro de Berlín

Hace 30 años, cayó el Muro de Berlín, y unos pocos meses antes Jorge Andrés Castillo cruzó a la Alemania Oriental, acompañado solo por su cámara analógica, sus documentos y 25 marcos alemanes

Jorge Andrés Castillo presenta por tercera vez "Grietas invisibles", una exposición de 27 fotografías en blanco y negro de Berlín Oriental y Occidental (Cortesía: Jorge Castillo)

15 minutos. El 9 de noviembre de 1989, con la caída del Muro de Berlín, culminaron 28 años de aislamiento, repletos de intentos fallidos de escape, persecución y extremo control del Estado sobre la población de Alemania oriental.

Seis meses antes de este histórico hecho, el joven fotógrafo venezolano Jorge Andrés Castillo emprendía su aventura en esa ciudad "detenida en el tiempo”.

Fotos de la exposición "Grietas invisibles" en el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín
"Grieta en el Muro" (Cortesía: Jorge Castillo)

En ese momento, con 26 años, Castillo estudiaba en Essen y estaba en un viaje patrocinado por el Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD), recibiendo charlas sobre política alemana en distintas universidades del país, pero su curiosidad lo llevó a vivir una experiencia única.

Detenida en el tiempo

Un día, mientras fotografiaba en Berlín Occidental, vio por encima del muro desde un balcón y se le ocurrió cruzar al otro lado, pero no quería ir solo.

Entonces, le dijo a sus compañeros de viaje, quienes se negaron a ir e incluso le dijeron que eso "era imposible". Las advertencias de sus amigos quedaron grabadas en su cabeza: "me iban a secuestrar", "me iban a decomisar la cámara", "no iba a poder salir".

Fotos de la exposición "Grietas invisibles" en el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín
"Contrabajista camina por la calle" (Cortesía: Jorge Castillo)

Aún así, tuvo la osadía de jubilarse del seminario con su cámara como compañía. Entró a la alcabala donde lo interrogaron exhaustivamente y, dos horas después, estaba solo en la grisácea, oscura y uniformada Alemania Occidental.

Eso sí, Castillo tenía que cumplir dos condiciones, según los agentes: gastarse 25 marcos alemanes (menos de 15 dólares) en la ciudad y regresar antes de la medianoche, "como Cenicienta", al muro.

Fotos de la exposición "Grietas invisibles" en el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín
"Hombre con binoculares en la alcabala" (Cortesía: Jorge Castillo)

Del otro lado de la "Cortina de Hierro"

Una vez al otro lado y en el "corazón del comunismo" lo que más le impresionó fue "lo normal que vivía la gente", incluso asoció el lado oriental con "un parque temático".

Parecía que los habitantes formaban parte de una obra de teatro: "todos iban más lentos, taciturnos. Nadie iba rápido", las calles no tenían señalización, luces, ni publicidad en ninguna parte. Todo era monotemático al punto de parecer una "ciudad detenida en el tiempo", según describe.

Fotos de la exposición "Grietas invisibles" en el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín
"Cruz frente al Muro" (Cortesía: Jorge Castillo)

Entonces, el joven fotógrafo se dio cuenta de que no quería captar solo el muro, sino la gente, sus calles y la evidente diferencia entre ambas regiones para contrastarlas.

Mientras el Occidente capitalista era cosmopolita, colorido, lleno de luces y variedades de marcas; el Oriente comunista estaba "uniformado", desgastado, sucio. Caminando por las aceras casi deshabitadas y viendo las vitrinas opacas, lo seguía esa sensación latente de que lo vigilaban, cientos de ojos invisibles en las paredes sin frisar.

Mujer con carrito de bebé (Cortesía: Jorge Castillo)

Ante aquel escenario, consiguió el valor suficiente para tomar fotos, aunque no tantas como hubiese querido. "Estaba aterrorizado" porque resonaban en su cabeza las palabras de advertencia: "me van a secuestrar", "algún francotirador me iba a disparar".

Así pasó el día, visitó una oficina postal donde tardó más de la cuenta porque un agente "demasiado amigable" interrogaba a las personas y espiaba la correspondencia. Gastó parte de sus 25 marcos alemanes en libros de arte, guantes, comida y una gorra.

Luces en las nubes

Finalmente, entró a una especie de discoteca donde tuvo que ocupar "un puesto vacío en una mesa con otras personas". No podía estar él solo en su propia mesa, estaba prohibido. Allí habló con unos jóvenes temerosos de compartir en una región donde "tu papá, el profesor del colegio y los vecinos te espían".

Jorge Andrés Castillo recuerda que el dinero le "rendía demasiado". Compró un whiskey escocés para compartir con los muchachos de la mesa. Todos se asombraron porque esa bebida "era muy cara" y se "compraba para las bodas", aunque para él seguía siendo bastante barato.

Pronto tuvo que irse, eran las nueve de la noche, aún le quedaba dinero y se lo regaló a los jóvenes con los que compartió. Al salir del local se encontró en "la boca de un lobo".

Fotos de la exposición "Grietas invisibles" en el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín
"Dos soldados posan frente al muro" (Cortesía: Jorge Catillo)

Todo estaba sumido en la oscuridad. Él estaba solo, desorientado y con el tiempo contado para cruzar. A donde sea que volteara era difícil saber dónde se encontraba. No había puntos de referencia, ni señalización y estaba en penumbras.

Después de mucho tiempo caminando en círculos, asustado y solo, se fijó en el cielo. Entonces, vislumbró entre las nubes el reflejo tenue de las luces de Berlín Occidental. Castillo se confió de ellas y caminó rápidamente en esa dirección, decisión que lo sacó de la boca oscura y feroz en la que se convirtieron las calles.

Al salir y reencontrarse con sus compañeros estos creyeron que mentía, hasta que les mostró el sello del pasaporte.

Pasados unos meses, Castillo tuvo la oportunidad de darle "mandarriazos" al muro y unirse a una nueva atmósfera repleta de emoción y celebración que marcaría la historia del mundo.

Todo se desencadenó cuando, después de meses de un creciente éxodo de personas, las autoridades anunciaron que se podía viajar al otro lado "solo con el documento de identidad".

Inmediatamente la población, a ambos lados, se dirigió a “la cortina de hierro” y centenares de personas conglomeradas exigieron su caída.

"Grietas invisibles"

30 años después, 27 fotografías en blanco y negro dan testimonio de su odisea y pueden ser apreciadas en la exposición "Grietas invisibles" que se exhibe actualmente en Miami.

Tercera exposición de "Grietas invisibles" es en Miami
Mujer mira las fotografías en la exposición de "Grietas Invisibles" (Cortesía: Jorge Castillo)

"Es interesante ver cómo el tiempo influye en las imágenes y cómo el cambio de uno las hace ver distintas"

Jorge Andrés Castillo

Castillo es hoy un venezolano exiliado en Estados Unidos y asegura que lo más "conmovedor y aterrador" es "ver lo mismo que vi como extranjero en Berlín, pero en mi propio país".

En ese sentido, el fotógrafo tiene la impresión de que las imágenes que logró en aquel momento en una Alemania dividida por una pared de casi cuatro metros de alto, que transformó la frontera en una "zona de muerte", resultaron premonitorias de lo que hoy vive Venezuela.

Tercera exposición de "Grietas invisibles" es en Miami
Nuevas generaciones también acuden con sus familias a la exposición "Grietas invisibles" (Cortesía: Jorge Castillo)

Este 9 de noviembre Castillo dará una visita guiada por su exposición "Grietas Invisibles" en el Instituto Fotográfico de Miami, conmemorando el día en que cientos de familias se reunieron nuevamente.

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