La ansiedad y depresión son dos de los trastornos mentales que más han aumentado durante la pandemia. La vuelta a la rutina amerita, pues, tenerlos en cuenta
Durante la pandemia, la vulnerabilidad mental se ha acrecentado, como lo sugieren algunas encuestas (Pixabay)
26 de junio de 2020 3:46 PM | Vanessa Ortiz Piñango
15 minutos. Arenas del desierto africano del Sahara surcan los cielos de América. Polvo de estrellas de la Vía Láctea vive en el interior de nuestro cuerpo. Bosques de la Amazonía mantienen estables los niveles de nieve en la Sierra Nevada de California, en Estados Unidos (EEUU). Estos increíbles fenómenos muestran que todo está conectado, incluso lo que creemos ajeno a nosotros. Que la COVID-19 dispare los casos de ansiedad y depresión no solo es previsible: también es tratable. La psique humana no debe tomarse a la ligera.
“En situaciones de crisis colectivas es esperado un aumento de los trastornos mentales, específicamente depresivos y de ansiedad debido a la incertidumbre, los problemas económicos y el aislamiento físico por largo tiempo”, explicó Francis Contreras, psicóloga venezolana residenciada en Chile, en entrevista exclusiva con 15 minutos.
De hecho, la especialista no descartó que ambas condiciones clínicas se transformen en una epidemia poscoronavirus. “En los próximos meses, la depresión puede ser uno de los diagnósticos recurrentes dentro de la salud pública y la práctica privada”, dijo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión “es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración”.
Sentir ansiedad, en cambio, puede ser normal bajo ciertas condiciones, cuando la psique humana es llevada al límite. “Sin embargo, las personas con trastorno de ansiedad generalizada se preocupan extremadamente o se sienten muy nerviosas por estas y muchas otras cosas, incluso cuando hay poca o ninguna razón para preocuparse”, señaló en su portal el Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH) de EEUU.
La psique humana no da tregua. Cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) indican que antes de COVID-19, la depresión y ansiedad representaban un gasto anual de más de un billón de dólares. “Constituyen algunas de las mayores causas de sufrimiento en nuestro mundo”, reconoció el secretario general de la ONU, António Guterres.
Durante la pandemia, la vulnerabilidad mental se ha acrecentado, como lo sugieren algunas encuestas citadas por la directora del Departamento de Salud Mental y Consumo de Sustancias de la OMS, Dévora Kestel, el pasado mes de mayo. El sentimiento de angustia se elevó en el 35 % de la población consultada de China, el 60 % de la de Irán y el 45 % de la de EEUU. A su juicio, el deterioro cognitivo y la demencia en los adultos de mayor edad aumentan por el distanciamiento, la reducción de la actividad física y la disminución de los estímulos intelectuales.
Más recientemente, el 17 de junio, la Oficina del Censo de EEUU publicó un estudio que puso de manifiesto que un tercio de los estadounidenses presentan signos de ansiedad o depresión clínica. En concreto, la investigación desveló que el 24 % de los encuestados tuvo síntomas clínicamente significativos de trastorno depresivo mayor, mientras que el 30 % evidenció síntomas de trastorno de ansiedad generalizada.
La situación es alarmante porque si la persona no logra superar ese estadio emocional, el resultado puede ser mortal. “Ante crisis de esta magnitud se esperan incrementos de los casos de suicidios consumados (acto autolesivo que conlleva a la muerte), ya que tiene una relación directa con la depresión”, precisó la psicóloga Francis Contreras. De acuerdo con la ONU, el suicidio es la segunda causa de muerte en los jóvenes en edades comprendidas entre los 15 y 29 años.
Para avanzar hacia la recuperación o atajar el problema a tiempo, es importante evitar la saturación de información; la infoxicación existe y hace daño. No es sano aumentar la incertidumbre con noticias falsas sobre COVID-19 y sus secuelas. “Debemos asegurarnos de que la información que consultamos provenga de fuentes confiables, como la OMS o entes de salud de cada país”, sugirió Contreras.
¿Es recomendable la “vuelta a la normalidad” que muchos países están implementando en medio de la pandemia de COVID-19? La respuesta de la psicóloga es afirmativa. “Es positivo y necesario retomar las actividades y volver a la normalidad que teníamos antes de la pandemia”, sostuvo. Sin embargo, opinó que el regreso a lo cotidiano “debe ser gradual, ya que desde antes de oficializarse como pandemia se podía apreciar ansiedad colectiva debido al desconocimiento del nuevo virus.
Hay maneras de aliviar la ansiedad y el estrés que pueden significar, para muchos, el volver a sus puestos de trabajo y encontrarse en espacios públicos rodeados de multitudes. Contreras sugirió, además de usar mascarillas y gel antibacterial:
Igualmente, el empleador debe poner de su parte y ayudar a sus trabajadores a readaptarse a este nuevo escenario laboral. “Es indispensable que las empresas faciliten el acceso a servicios de asistencia o apoyo psicológico para poder garantizar un espacio de bienestar dentro del lugar de trabajo”, aseguró Contreras.
Al final de cuentas, el desempeño de los empleados repercute directamente en la productividad de la compañía. “A mayor bienestar, menor ansiedad”, insistió la experta. “Y para estas etapas de transición, pueden realizar capacitaciones o talleres que ayuden a fortalecer las estrategias de afrontamiento y del manejo de la ansiedad y el estrés”.
El primer consejo de Contreras para el empleador es conservar la modalidad de teletrabajo en los casos en los que se pueda (por ejemplo, los cargos en los que se pueda prescindir de la presencia física o para las personas más vulnerables). De resto, propuso:
“Como profesionales y psicólogos, estamos en la obligación de adaptarnos a la era 2.0 a fin de optimizar los tiempos, ya que representa mayor inmediatez y debemos aprovechar estos beneficios. Con COVID-19 hemos aprendido que no es necesario realizar reuniones presenciales largas y extensas, igual pasa con las consultas”, indicó Contreras.
Los Gobiernos también tienen su cuota de responsabilidad en cuanto a la salud de la psique humana se refiere. Según la ONU, todos los países deben incorporar los cuidados de salud mental en sus estrategias para combatir el coronavirus. Sus estadísticas confirman que el gasto medio nacional de este tipo de atención médica es de apenas el 2 %.
Las arenas del Sahara que llegan como nubes a América, la presencia de minerales cósmicos dentro del organismo y los estragos que en EEUU causaría la extinción de la selva amazónica, tienen explicaciones científicas. La ansiedad y depresión atormentan más a unos que a otros, sin saber exactamente los motivos. Otra evidencia de lo enigmática que termina siendo la psique humana.
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