Este 19 de noviembre, la Organización de Naciones Unidas celebra el Toulet Day
Además de ser asquerosos, los excrementos deben ser tratados con rigurosidad debido a los peligros que representan para la salud humana (Pixabay)
19 de noviembre de 2020 10:43 AM | Vanessa Ortiz Piñango
15 minutos. La orina y las heces de los astronautas no flotan de un lado a otro dentro de la Estación Espacial Internacional (EEI) por una sola razón: las depositan cuidadosamente en un inodoro, siendo el más reciente (de septiembre de este año) el Sistema Universal de Gestión de Residuos (UWMS). La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) de Estados Unidos (EEUU) lo llamó de esa forma porque puede adaptarse a diferentes ambientes sin gravedad, no solo a esa nave veinteañera.
Además de ser asquerosos, los excrementos deben ser tratados con rigurosidad debido a los peligros que representan para la salud humana. Numerosos gérmenes, como bacterias, virus y parásitos, viven en la materia fecal y son capaces de causar enfermedades, algunas de ellas mortales.
En la Tierra, los excrementos no vuelan por los aires; al contrario, siempre buscan descender al suelo, pero eso no los hace inofensivos. El actual coronavirus SARS-CoV-2 no solo se ha encontrado en muestras de heces de pacientes positivos. Un estudio chino, publicado en septiembre en Annals of Internal Medicine, sugirió que partículas aéreas de heces infectaron a varias personas de un edificio a través de las tuberías o, peor aún, cuando bajaron la cadena del inodoro con la tapa levantada, haciendo que los aerosoles fecales subieran.
Sin embargo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EEUU indicaron en octubre en su página web que "si bien las heces de personas con COVID-19 pueden contener SARS-CoV-2, hasta la fecha no hay información de que haya habido casos de COVID-19 por exposición directa a aguas residuales tratadas o no tratadas".
Aunque las evidencias no sean concluyentes, lo cierto es que si algo tienen los coronavirus en general (todos ellos) es su enorme resistencia. De hecho, el virus causante de la COVID-19 ha sido encontrado en muestras de aguas residuales incluso antes de la pandemia; tal fue el caso de Brasil (2 meses) y España (un año).
¿Qué nos está diciendo esto? Algo bastante simple: el inodoro no debería ser un lujo. Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), "más de la mitad de la población mundial, unos 4.200 millones de personas, no disponen de retretes en sus viviendas o tienen sistemas de saneamiento decientes".
Este 19 de noviembre, la ONU celebra el Día Mundial del Inodoro o Toulet Day. De acuerdo con esta agencia internacional, el saneamiento sostenible "comienza con un inodoro que capture de manera efectiva los desechos humanos en un entorno seguro, accesible y digno. Luego, los desechos se almacenan en un tanque, que puede ser vaciado más tarde por un servicio de recolección o transportado por tuberías".
Estadísticas de la ONU indican que alrededor de 297.000 niños menores de 5 años de edad fallecen anualmente como consecuencia de enfermedades diarreicas provocadas por las malas condiciones sanitarias o la ausencia de agua potable. Además, el 80 % de las aguas residuales regresan al ecosistema sin tratamiento o reutilización.
Del otro lado de la acera está la extravagancia, la injusta realidad. En 2019, una empresa china sacó al mercado un inodoro valorado en 1,3 millones de dólares. Tenía más de 40.000 diamantes (334,68 quilates), fue hecho en oro y el asiento era a prueba de balas. Lo diseñó la empresa joyera Kong Aaron Shum, bajo la marca Coronet.
La historia del ser humano es también la historia de sus excrementos, pero eso no significa que desde un principio construyera un inodoro para deshacerse de ellos. De hecho, los modelos que conocemos hoy en día no llegan a los 300 años.
Algunos historiadores le dan el mérito a los griegos de haber inventado el primer inodoro, por allá en los años 2000 antes de Cristo (a. C.), y consistía en una taza con desagüe vertical de piedra. Otros afirman que fue en la India cerca del año 2500 c. C; esta versión estaba hecha de ladrillo y tenía cañerías de barro, además de grifos.
Los egipcios, por su parte, específicamente la clase aristocrática, disfrutaron de un inodoro con asiento y tuberías de cobre por donde circulaba agua fría y caliente. Ocurrió alrededor del año 1500 a. C.
El ahijado de la reina Isabel I, Sir John Harrington, construyó el wáter closet de válvula en 1589, uno para él y otro para la monarca, quien le negó la patente y no pudo comercializarlo.
Finalmente, el inodoro moderno vio la luz en 1775 de manos del relojero inglés, Alexander Cummings, quien sí pudo patentar su invención. Con su inodoro, una descarga de agua limpia arrastraba los desechos empleando un sifón, es decir, "una tubería en forma de 'S' que permite mantener el nivel de líquido en la taza, creando una barrera de agua limpia que impide que los malos olores retornen hacia el sanitario. Eso permitió instalar el retrete en la propia vivienda sin problemas", relató Juan José Sánchez Arreseigor para National Geographic.
Con el tiempo, ese modelo se fue perfeccionando. Las novedades más relevantes han sido las que redujeron la cantidad de agua necesaria en las cisternas, pasando de 13 y 23 litros a apenas 6 litros en el año 2000. Hay inodoros que no requieren agua (los fabrican desde el año 2005), mientras que otros son automáticos y precisan escasos 2,5 litros para hacer su trabajo (disponibles desde el 2010).
¿A dónde iban a parar la orina y los excrementos antes de la llegada del inodoro a nuestras vidas? A cualquier lado: calles, bosques, adonde el cuerpo lo pidiera, sin pudor alguno. De hecho, hubo un tiempo en el que los lanzaban por las ventanas al grito de "¡Agua va!", alertando a los posibles transeúntes que en ese momento estuvieran pasando por ahí.
Independientemente de lo tecnológico que pueda resultar, el inodoro es vital para mantenernos sanos.
La ingesta de alimentos o aguas contaminadas con materia fecal o el contacto bucal con los agentes infecciosos presentes en las heces, son responsbales de una gran variedad de enfermedades gastrointestinales. Por ejemplo: salmonelisis, fiebre paratifoidea, shiguelosis (mortal), hepatitis A, cólera (altamente mortal), anquilostomiasis y amibiasis.
Más allá de lo beneficioso que puede ser contar con un inodoro en nuestro hogar y que este sea limpio, la verdad es que el baño es el único sitio realmente íntimo, donde estamos solo nosotros. Es un lugar que supera el ámbito de la privacidad, es decir, de lo que puede ser visible y audible por otros si lo permitimos. Lo que ocurre en su interior no le incumbe a nadie y, salvo algunas excepciones, jamás lo hacemos público.
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