La cineasta uruguaya Alicia Cano Menoni tardó trece años en terminar su tercer largometraje, "Bosco", un documental que nació por amor a su abuelo Orlando Menoni y a las raíces de ambos en una pequeña aldea italiana, pero ahora se alegra de no haber tenido prisa en sacarlo adelante.
Porque "Bosco" ha resultado ser "un bálsamo, una belleza". Una fábula sobre el tiempo y la vida, sobre la vejez y el relato, sobre dialectos que se pierden: sobre costumbres y oficios que nunca más tendrán sentido.
"Bosco" transcurre entre la imaginación y la memoria, entre el pueblo uruguayo de Salto donde vive la familia de Alicia Cano Menoni y la aldea toscana de Bosco di Rossano donde sus antepasados construyeron un hogar. Un diálogo entre los habitantes actuales de esta aldea -trece personas- y los que nunca fueron allí, como el abuelo Orlando, a pesar de lo cual, conoce cada rincón del lugar, hasta el número de pasos que separan la iglesia de la fuente.
"Cómo se ama de esta manera un lugar en el que nunca estuviste", se pregunta la cineasta, fascinada por el modo en que su bisabuelo mantuvo intacta la memoria en su abuelo, y este en ella, transitando ambos por paisajes que existen más allá del tiempo y de la realidad.
En 2006, cuenta Cano Menoni en una entrevista con EFE, cuando ni siquiera sabía que iba a ser cineasta, la joven estudiante que era se fue al pueblo del abuelo con una cámara y empezó a rodar, en principio para llevarle al anciano las imágenes de "cada lagartija, de cada hoja, y de cada una de las personas que vivían ahí", explica.
Y más de cien horas de rodaje que convirtieron el montaje en una pequeña tragedia: había material para mil películas, "qué difícil elegir", dice Alicia.
"Yo llegué al "Bosco" detrás del sueño de mi abuelo por conocer su tierra de origen, esta tierra perdida. Esta es una historia que habla de una emigración que tiene más de cien años, y de lo que queda de un lado y del otro del Atlántico. En Uruguay se dice que nuestras raíces se escriben en los barcos que llegaron de Europa", comenta Menoni.
Afirma que empezó a rodar la película "sin saber que la estaba haciendo", pero cada minuto de cinta acompañaba sus búsquedas "más personales, más profundas, las vinculadas a la pertenencia, al arraigo, a la casa, o al sentido del hogar. Cada vez que tenía una crisis -confiesa- me iba al Bosco y esperaba que estas viejas sabias me diesen una respuesta".
Fue "acumulando" y al cabo de doce años, cuando sus abuelos dejaron su casa (uno de los momentos más emotivos de la cinta), en 2018, se decidió a escribir la obra. Al año y pico de esa mudanza, Orlando fallece. Tenía 103 años.
"Para mi esta película es un canto a la vida, una forma de vivir la vejez que es una belleza". Como lo es la relación que tienen esos ancianos italianos con sus animales y con el paisaje.
"Es importante conocer tu pasado para proyectar tu futuro, si no conocemos la historia, estamos perdidos. Todas las personas venimos de un 'Bosco'"