15 minutos. Gisèle Pelicot, la mujer que fue drogada y violada durante diez años por su esposo y decenas de hombres que él invitaba a su casa, ofreció este viernes su testimonio ante el tribunal de la pesadilla que vivió.
El caso ha conmocionado a Francia y al mundo, que intentan asimilar la barbarie que se escondía detrás lo que parecía ser una pareja normal francesa de clase media.
La señora Pelicot, de 71 años, llegó acompañada por sus tres hijos adultos a un juzgado repleto, en el que se enfrentó cara a cara con su esposo y los 51 acusados.
Pese a ello, la mujer mostró mucho temple y serenidad. En todo momento tuvo control de sus emociones.
Luego de ver los videos y fotos que hizo su esposo sobre ella, más de 2.000, la señora Gisèle decidió que el juicio fuese público “para que cuando otras mujeres, si se despiertan sin memoria, puedan recordar el testimonio de Pelicot”, dijo. “Ninguna mujer debería sufrir por haber sido drogada y victimizada”.
“Debemos hacer frente a este desastre”, agregó.
“Teníamos todo para ser felices”
Dijo que ella y su esposo se conocieron cuando tenían 19 años y de inmediato se enamoraron. Poco después se casaron y tuvieron tres hijos. Señaló que confiaba en él incondicionalmente y que creía que tenían una visa sexual normal. “Creía que éramos una pareja fuerte”, dijo. “Teníamos todo para ser felices”.
Luego de jubilarse, se mudaron de París a una pequeña ciudad en el sur de Francia, llamada Mazan. Fue allí que comenzaron unos episodios extraños que ella creía era una extraña enfermedad no diagnosticada.
La supuesta enfermedad le impedía recordar lo que había hecho la noche anterior y la hacía tener “lagunas mentales”. A esos episodios también se le sumaron algunos problemas ginecológicos. “Estaba convencida de que tenía un principio de alzhéimer o un tumor cerebral”.
Pese a lo extraño de los síntomas, a la señora Gisèle Pelicot jamás le pasó por la cabeza que su amado esposo fuese el responsable de su condición. “No podía imaginar ni por un segundo que me hubieran drogado”.
“Perdí diez años de mi vida”, dijo. “Son años que nunca recuperaré”.
“Sabían exactamente lo que hacían”
A través de un sitio web francés -implicado en 23.000 crímenes y cerrado este año- su esposo, Dominique Pelicot, contactaba a los hombres que la violaban. La edad de los sujetos iba desde los 26 a los 74 años y entre ellos había soldados, bomberos, camioneros y un experto en informática. Incluso, uno fue diagnosticado con VIH, aunque ella luego dio negativo.
Algunos de los acusados dijeron que pensaban que habían participado en un trío consensuado entre una pareja de esposos y un tercero. Sin embargo, ella dijo que eso es falso y que los hombres “sabían exactamente lo que hacían y en qué estado me encontraba”.
Gisèle describió su habitación como una “cámara de torturas”.
“Me trataron como una muñeca, como una bolsa de basura”, dijo. “Estoy inerte, en mi cama, y me están violando. Son escenas de barbarie. Mi mundo se está derrumbando, todo se está derrumbando, todo lo que he construido en cincuenta años. Francamente, para mí son escenas de terror“.
En todo momento en el que ella habló, su esposo mantuvo baja la mirada.
Años después se enteró que su esposo había sido acusado de fotografiar bajo las faldas de varias mujeres en un local de comestibles. A ella le pareció un desliz normal y lo perdonó. Luego se enteró que no era la primera vez que lo hacía y que ya había sido acusado por el mismo acto en 2010.
“No sé cómo sobreviví”
Pero el momento decisivo ocurrió a finales de 2020, cuando recibió una llamada de la policía para que visitara la comisaría. Fue en ese momento cuando se enteró de todo lo que había hecho su esposo con ella durante los últimos años.
Dijo que después de su reunión con la policía pensó en suicidarse, pero que gracias a la ayuda de sus hijos y amigos comenzó a rehacer su identidad y su vida. “No sé cómo sobreviví”, dijo. “Me pregunto cómo es que estoy ante ustedes”.
Luego de descubrir todo lo que había ocurrido, le pidió el divorcio a su marido y tiene la intención de dejar de usar su apellido una vez que termine el juicio.
Desde que salió de la comisaría ese día más nunca volvió a tener lagunas mentales.
Y si bien se describe a sí misma como una muerte fuerte, “una boxeadora que se levanta repetidamente luego de ser derribada”, le dijo al tribunal: “por dentro tengo un campo en ruinas”.
“Intentaré reconstruir mi vida”, dijo. “No sé cómo”.