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Docencia online, una cuestión de supervivencia

La gran pregunta es: ¿Debe copiarse el contenido exacto que se impartía de forma presencial o se requiere otro tipo de enfoque para lograr los mismos resultados y -por qué no- mejorarlos?

La relación de “control” cambió de balanza y, por ende, la confianza en el proceder (Pixabay)

15 minutos. Son curiosas las tres definiciones que el Diccionario de la Real Academia Española ofrece sobre el concepto sobrevivir, que bien podría aplicarse a la docencia. Veamos.

La primera se refiere a “vivir después de la muerte o después de un determinado suceso”. La segunda apunta a vivir con escasos medios o en condiciones adversas; mientras que la tercera definición abarca la dimensionalidad del asunto, manifestando que sobrevivir es también “permanecer en el tiempo, perdurar”.

Y es que, precisamente en eso, se ha convertido hoy en día la educación, tanto escolar como universitaria e incluso los planes de formación corporativos: en escenarios donde docentes, alumnos y demás actores involucrados sienten que han tenido que adaptarse (muchos lo llaman reinventarse) sin previsión, planificación y muchas veces sin los medios necesarios a una realidad cada vez menos prometedora. Adiós a la educación presencial, o por lo menos, al paradigma que ella representaba. Realidad que, atendiendo al tercer significado mencionado líneas atrás, va a perdurar y permanecer en el tiempo.

Reescribiendo el método: transformando paradigmas

Hace unos pocos meses encontrábamos a docentes haciendo lo que mejor sabían hacer: impartiendo clases magistrales con alumnos siendo receptores de valiosa información para ser transformada posteriormente en conocimiento.

Docencia online, una cuestión de supervivencia
El volumen de asignaciones no es garantía de calidad (Pixabay)

Esos mismos docentes, independientemente del grupo etario al que pertenecieran, exigían a sus estudiantes guardar y apagar sus dispositivos electrónicos para no interrumpir el proceso de enseñanza-aprendizaje. Sin saber que, en breve, ese cruel villano llamado “tecnología” iba a convertirse en su principal aliado para la impartición de la docencia, sin poner en peligro la salud de sus alumnos y de ellos mismos.

En ese contexto, y hasta ese momento, todo parecía simple: ¡Eduquemos a través de la tecnología! ¡Hagamos clases virtuales! Y así se hizo. Comenzaron todos los afectados, en esta relación cuasi disfuncional, a utilizar herramientas digitales como mecanismo de interacción profesor-alumno y alumno-profesor. Esta simpleza por la necesidad de atender un problema de graves proporciones, como lo sería la paralización o suspensión total de la educación, impidió prever algo que a simple vista pudiera parecer obvio, pero que no lo es: la imposibilidad, repito, imposibilidad, de replicar de forma exacta la magistralidad de la docencia a una plataforma online.

Pero, ¿por qué es imposible hacer una réplica exacta de la clase presencial o tradicional en Entornos Virtuales de Aprendizajes (EVA)? Los factores son de variada índole. Uno de ellos, que tiene que ver con un aspecto más humano que metodológico e instrumental, es que la presencialidad implica una emocionalidad y respuesta de atención diferente al feedback obtenido frente a un computador. Así como no todos los contenidos debían abordarse únicamente de forma magistral, de la misma manera no todas las temáticas pueden tratarse bajo la unidireccionalidad magistral de la interacción digital.

Sincronicidad

La percepción de esta situación va a depender del actor que la vive y del tipo de educación que se vaya a impartir: educación sincrónica o asincrónica.

La primera trata del tipo de educación en la que se utilizan herramientas de comunicación en tiempo real entre los participantes. Ejemplos de este tipo de comunicación serían una conversación telefónica o la participación en una sesión de videoconferencia o chat.

En cambio, la educación asincrónica es aquella que se realiza en tiempos diferidos y según lo determine el estudiante, ya que los contenidos no son suministrados por un docente en tiempo real. Por el contrario, van a estar alojados en una plataforma digital donde podrá revisarlos las veces que considere necesarias.

Alumnos, profesor y padres: la triada (im)perfecta

En el contexto de la educación sincrónica, los diferentes actores van a posicionarse en función de las siguientes hipótesis:

  1. El alumno: que pierde interés al entender que es una persona virtual la que está impartiendo la docencia, a través de una pantalla virtual dentro de una comunidad virtual de aprendizaje, donde el resto de sus compañeros son también virtuales. Esta virtualidad, además de hacerle perder el interés al no presentar estrategia y didáctica, le hace “creer” que la responsabilidad en cuanto a sus asignaciones y proceder es también virtual.
  2. El profesor: que ha perdido el “control” de su clase al impartir la docencia en un ambiente (virtual) que es relativamente -o del todo- desconocido para él, y a la vez completamente dominado por su clase.
  3. Los padres: de los que, por lo general, muy poco se habla (al menos en el plano de la escolaridad) y que también se han visto notablemente afectados, ya que además de tener que adaptarse ellos mismos al home office o teletrabajo, tuvieron que ingeniárselas para dar respuesta a la cantidad exorbitante de asignaciones por parte del docente.

¿Quién tiene el control?

Docencia online, una cuestión de supervivencia
Zoom se ha convertido en aliada de la educación (Jagrit Parajuli/Pixabay )

Al docente, su entorno inmediato tiende a reducirle la magnitud del problema que encara al plantearle de forma simplista la solución: “Pero tranquilo, haz tu clase por Zoom”. Ante esa sugerencia, se le saltan varias interrogantes no menores: ¿Qué es Zoom (u otra herramienta de videoconferencia)? ¿Cómo se instala? ¿Cómo se usa?

La relación de “control” cambió de balanza y, por ende, la confianza en el proceder. Para retomar esa relación de “poder”, lo que se le ha ocurrido al docente es llenar a sus alumnos de un sinfín de asignaciones, para que, de esta manera, la balanza vuelva a la normalidad, mientras intenta en paralelo entender el mundo digital en el que debe desenvolverse.

En el caso de la educación asincrónica ocurre exactamente lo mismo: intentar reducir la problemática con comentarios como: “Pero si es fácil. Instala un LMS y cargas (o creas en el peor de los casos) los contenidos y listo”. Pero, ¿qué es un LMS (Learning Management System o Sistema de Gestión del Aprendizaje)? ¿Cómo se instala? ¿Cómo se usa? ¿De qué forma se cargan o peor aún, cómo se crean los contenidos?

Estas preguntas han tenido que ser respondidas por los propios docentes de forma autodidacta, sin ningún tipo de orientación ni formación al respecto. Incluso, hay quienes ni siquiera han querido hacérselas.

Diseño instruccional

Además de la falta de conocimiento sobre el aspecto tecnológico como mecanismo canalizador de la docencia, existe una complejidad mayor: la falta de una estrategia metodológica que permita enlazar la tecnología con el conocimiento, y que en este caso sería el diseño instruccional.

El diseño instruccional es el proceso sistemático y planificado en el cual se produce el material educativo, según las necesidades de los estudiantes y los enfoques que tengan las distintas asignaturas. El mismo se utiliza en la planificación de las unidades de aprendizaje, otorgándoles enfoques, contexto, contenidos y una estrategia acorde con el perfil de los estudiantes.

Es el diseño instruccional, independientemente de la herramienta tecnológica utilizada, el que va a garantizar que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea efectivo. De esta manera, la relación profesor-alumno, alumno-profesor y alumno-alumno será dinámica, eficiente y significativa.

La digitalización de la educación: una oportunidad

El panorama negro antes descrito de a poco se va volviendo grisáceo, pero no a la velocidad que nos exigen nuestros tiempos. Mientras nuestros docentes no cuenten con las herramientas tecnológicas, metodológicas y formativas para enfrentar el sin fin de interrogantes y necesidades del contexto educacional actual, seguirán existiendo tantas plataformas digitales como estudiantes inconclusamente formados, además de docentes reorientando su carrera profesional, es decir, todos viviendo una incertidumbre pedagógica sin precedentes.

Es responsabilidad de todos, Gobiernos, empresa privada, docentes, estudiantes, padres, sociedad en general, dar respuesta inmediata a la problemática que estamos viviendo, ya que las repercusiones afectarán los ámbitos económico, político, social y cultural. Y así está sucediendo.

Si no entendemos que la docencia es el elemento transformador por excelencia, simplemente no hemos entendido nada.

El conocimiento y el aprendizaje son los mayores recursos renovables de los que dispone la humanidad para atender los desafíos e inventar alternativas. Además, la educación no solo responde a un mundo cambiante, sino que transforma el mundo (Unesco, 2020. Los futuros de la educación).

El porvenir

Los futuros de la educación planteados por la Unesco nos indican que hay que aprender a convertirse, entendiendo que es necesario reexaminar y replantear la manera en que la educación ha sido impartida hasta ahora. Ya no se trata ni siquiera de evaluar los resultados de la educación otrora tradicional, sino de ir atendiendo la nueva realidad.

Actualmente, la docencia debe des-aprender para volver a aprender a formar parte del nuevo escenario donde se imparte (virtual), mediante herramientas y estrategias diferentes, y donde la función del docente ya no será únicamente la de compartir el conocimiento: ahora debe fungir como facilitador de los procesos de aprendizaje propios del estudiante y definidos entre ambos.

Es indudable que el ser humano siempre ha podido superar los obstáculos que se le han presentado y esta vez no será diferente. Lo indispensable acá será la rapidez y profundidad con la que esa adaptación pueda transformar este reto en oportunidad, para así capitalizarla.

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