15 minutos. Todavía no sabemos hasta qué punto seremos mejores, peores o diferentes cuando pase la pandemia. Pero lo cierto es que el impacto que ha tenido la COVID-19 al menos alterará algunas de las costumbres que dábamos por sentado.
Una de ellas es el apretón de manos. Dejar “colgado” a alguien es, según los expertos, una de las mejores cosas que podemos hacer en este momento por nuestra salud.
Es probable que después de la crisis del coronavirus todos adoptemos el “hongi”, el saludo típico maorí en el que se tocan las narices; la reverencia japonesa o en el mejor de los casos, el “cool” y fraternal puñito.
Incluso, empresas como Mercado Libre, que basaron sus principios corporativos en este símbolo, cambiaron su logo como recordatorio de lo que debemos hacer.
La teoría etnocentrista predominante de los últimos 2.000 años sitúa su origen en los pueblos indoeuropeos. Cada vez que uno de sus líderes iba a sellar un acuerdo con otro llevaban lo que llamaban “teseras de hospitalidad”, un documento portátil que era señal de amistad y reconocimiento.
Estas teseras podían tener distintas formas: animales, figuras geométricas y manos entrelazadas. Cada una de las partes se quedaba con una mitad.
Derecha o izquierda
Las leyendas cuentan que durante la Edad Media los caballeros daban la mano derecha como gesto de que no empuñarían su espada contra la persona a la que iban a saludar.
Pero no siempre fue la mano derecha. Las vivencias de guerra en África marcaron al militar británico y fundador del movimiento Scout, Robert Baden Powell, quien dejó a un lado las supersticiones e instauró la tradición de saludar con la mano zurda.
Hay muchas versiones sobre ello. La más lógica relata que en medio de las guerras entre los británicos y el Estado africano de Ashanti -finales del siglo XIX y principios del XX- un jefe tribal le dio la mano zurda en vez de la derecha a Baden Powell y le dijo que la razón para hacerlo era que un verdadero guerrero debía ser capaz de quitarse el escudo -generalmente llevado en la izquierda- y saludar a su oponente.
Años después, buscando una razón más sencilla y digerible, el movimiento propició la idea de que habían escogido saludar con la mano zurda porque era la que estaba más cerca del corazón.